Sobre el vacío: Notas sobre el pronunciamiento de autodenominados filósofos peruanos sobre la democracia (junio, 2021)
Por Juan Pablo Torres Muñiz y Dominique Bustamante Leigh
Días antes de la segunda vuelta electoral por la presidencia del Perú, circuló en medios del país, un pronunciamiento firmado por una agrupación de titulados de Filosofía que se denomina a sí misma, sin más, de Filósofas y Filósofos Peruanos. El asunto del pronunciamiento era precisamente dicha etapa del proceso electoral.
En ejercicio del pensamiento crítico, para nada circunscrito a una escuela profesional, aprovechamos la ocasión para compartir algunos reparos elementales al sistema académico del que brotan expresiones de este tipo. Es decir que tomaremos la publicación del colectivo en cuestión como manifestación ejemplar de la falta de rigor en estudios que debieran lucirla.
Advertimos que nuestra crítica no se refiere a la dirección que toma el pronunciamiento, apoyando a un candidato en particular; no, aquí nos fijaremos solo en la típica acumulación de términos del sonajero de lo políticamente correcto, que alcanza apenas para apuntar a un ánimo, para decorar una ilusión de conocimiento desde la supuesta superioridad de la intelectualidad, puro mito.
<<Pronunciamiento de Filósofas y Filósofos peruanos.
Las filósofas y filósofos, que suscribimos este documento, creemos necesario pronunciarnos ante la difícil situación que atraviesa nuestro país, en el marco de las elecciones presidenciales del 6 de junio de 2021. Manifestamos lo siguiente:
- Nuestra labor profesional se concentra en la investigación y difusión de la filosofía, y en la formación ética de los ciudadanos. Nos proponemos fomentar el desarrollo de una actitud crítica, consciente y dialogante, de modo que, tanto estudiantes de escuela como universitarios, puedan desarrollar habilidades que permitan mirar la complejidad de los hechos históricos y los problemas de nuestro país. Ello permite que la sociedad a la que pertenecemos tenga ciudadanos que no sean indiferentes con sus responsabilidades políticas.
- Durante los últimos años, hemos visto cómo la corrupción del gobierno de Fujimori ha corroído nuestro sistema democrático. Somos conscientes de que su ochenio autoritario y criminal no es un tema del pasado, pues la fragilidad institucional, la corrupción, y la captación del Estado para beneficios particulares siguen siendo trabas para nuestro desarrollo, sobre todo si tenemos en cuenta nuestros doscientos años como República.
- Más allá de las diversas doctrinas y simpatías políticas que profesamos, y de la pluralidad de posiciones filosóficas que defendemos, nos unimos para manifestar que la candidatura de Keiko Fujimori representa un peligro para el país. Afirmamos esto en razón de que tal candidatura no solo niega la memoria histórica de las víctimas de derechos humanos que siguen luchando por justicia, sino también porque representa avalar y tolerar el crimen y la corrupción, vejámenes que deben ser públicamente procesados por las instancias competentes.
- Frente a ello, elegimos respaldar la candidatura de Pedro Castillo, sin que ello signifique dejar de mantener nuestra autonomía crítica y vigilante frente a un eventual gobierno suyo; nos comprometemos a denunciar cualquier tipo de corrupción o atentado contra la democracia.
- El ejercicio de nuestra profesión nos exige seguir promoviendo el pensamiento crítico con memoria histórica, así como también el desarrollo de actitudes ético-políticas que reconozcan la pluralidad, los derechos humanos y la libertad, como valores imprescindibles de un sistema democrático.>>
Bien, los filósofos –y no decimos “filósofas” a cada rato, pues el idioma no ampara sentimientos de exclusión–, declaran que su función profesional se concentra, aparte en la investigación y difusión de la filosofía –a lo que cabe preguntarse qué entienden ellos por tal–, a la formación ética de los ciudadanos.
Veamos: ¿En qué consiste la distinción que tácita, pero indubitablemente se hace entre ética y moral en esta declaración? ¿Qué justificación tiene esta preferencia de la ética por sobre la moral? Ciertamente, priorizar una por sobre la otra implica optar, como mínimo, por una u otra forma de concebir la realidad política.
Si son éticas las normas que procuran la preservación del individuo por sobre la de la comunidad y son morales las que procuran la preservación de la comunidad por sobre las del individuo, es claro que el corte de los filósofos firmantes es, por decir lo menos, afín al individualismo. Pero la omisión completa que se hace de la moral, como si de un término vetusto se tratara –lo que equivaldría a declaración adolescente, rebelde de inmoralidad–, implica una grosera desatención de la materialidad social.
¿Cómo se manifiesta la ética más claramente que enfrentada a la moral? ¿Se trata acaso de obviar, sin más, la dialéctica elemental que surge del afán de diversas personas por ordenar la vida en comunidad?
Dicen los firmantes, que se proponen a fomentar una actitud crítica; no el “pensamiento crítico”, sino una “actitud crítica”. De manera que, si creemos a pie juntillas lo que nos dicen, su filosofía es más cercana a la autoayuda que a la crítica. Y es que, si todo depende de cada individuo y de lo que se trata es de actitudes, pues resulta imposible discutirle a nadie que sea lo que “sienta” que es. En círculos en los que resulta imposible organizar ni un solo evento sin tener que incluir términos como “identidad”, “culturalidad”, y “trans” lo que sea, era de esperar.
Dicen estos filósofos que buscan promover esta actitud en los ciudadanos. ¿Y es que acaso es posible hablar de ciudadanos sin ciudades, sin sociedades organizadas, obviamente a través de jerarquías? En otras palabras, ¿es posible hablar de ciudadanos sin hablar de moral?
Y luego se nos dice que se trata de ciudadanos conscientes y dialogantes… Pero ¿qué quiere decir esto, nos preguntamos, más allá de actitudes y de esperanzas y de ímpetus, o sea, más allá de letras de troba? Obviamente, no se nos dice.
Es común que se dé por supuesto que discursos esperanzados se basen todos en términos como humanidad, bien, paz, cultura, diálogo, inclusión y democracia, entre otros. Todo bien hasta que a alguien se le ocurre solicitar definición de cada uno de estos términos. Entonces, a quien lo hace se lo toma por necio, como mínimo, y se lo censura, porque vaya que entonces se aplica esta sanción sumarísimamente.
En el punto número dos del pronunciamiento se dice que en los últimos años han visto, las filósofas y filósofos del Perú, cómo el proceder criminal del fujimorismo ha afectado negativamente la institucionalidad del país… Suponemos que ha de alegrarnos saber que ellos tampoco han pasado por alto esta situación más que obvia. Dudamos que esta declaración apunte a solicitar algún reconocimiento público en particular para el gremio, es más bien obvio que lo que se busca es sustentar el punto siguiente, no sin antes haber hablado de progreso, por supuesto… Sea esto lo que sea que entienden por tal.
En el punto tres se anuncia que los firmantes profesan diversas doctrinas y simpatías políticas, a lo que, bueno, a estas alturas por qué podría sorprendernos. Si se hablaba de promover actitudes como función de su supuesta filosofía, de formación ética sin mención de ninguna moral, no más para empezar, pues la “profesión de simpatías políticas” vendría a ser lo de menos. Bien, todo para decir que consideran que la candidatura de Keiko Fujimori representa un peligro para el país. Ello, porque dicha candidatura, dicen, niega la memoria histórica de las víctimas de derechos humanos, entre otras cosas.
Al respecto, nos permitimos señalar que más allá de lo escandalosa que resulta la postulación de la candidata, debido a sus problemas judiciales, en los que claramente ha sido beneficiada de forma irregular, pues que pinte como opción para la presidencia no podría constituir peligro en sí, si no se considerase peligroso, antes, que buena parte de la población vaya a votar por ella. ¿Quién o quiénes, por tanto, se nos dice, niegan algún aspecto de la realidad, aquí, que ni memoria requiere? Habría que ser más claro y directo… aunque lo que se diga no suene políticamente correcto. Habría que decir, por ejemplo, que situaciones como esta en la que nos hallamos son las que trae consigo la democracia moderna, una y otra vez: cada partido o grupo ideológico, cuyo número aumenta sin parar, espera posible turno para hacerse con el mando, y esta posibilidad es la que sostiene el aparato democrático, éste en el que tanto se habla de identificación, multiplicidad y diversidad.
Es que sí, la realidad es compleja, como dicen en el mismo pronunciamiento, por lo que valdría la pena ver si sale algún nuevo texto en que se diga algo más que obviedades de una sola parte y propaganda, literalmente.
Mejor aclarar de una buena vez que desde afirmaciones como que la realidad se construye de palabras (como si de veras fuera posible extirpar un tumor cancerígeno con adverbios, por ejemplo), no cabe esperar soluciones concretas para nada, sólo promoción de actitudes. Para responder a la pregunta ¿qué es la filosofía?, nosotros consideramos indispensable acudir a otros saberes, coordenadas de una educación ciudadana. Entendemos que la filosofía es, más que amor por el saber, un meta-saber en operación permanente, a partir de las ideas, y con ellas.
En fin, que se dice que la candidatura de Keiko “representa avalar y tolerar el crimen y la corrupción”. Pues más allá de la mala redacción, patente aquí más que en ningún otro fragmento (pues el orden de los verbos devela de por sí que la actitud a menudo sobrepasa la aptitud entre los redactores de pronunciamientos), nos preguntamos si esa candidatura no podría representar lo mismo que la de alguien más, relacionado a un movimiento terrorista, culpable de atentados contra los llamados derechos humanos o, cuanto menos, la de un candidato cuyo segundo al mando y vocero oficial aplaude públicamente a “demócratas” de la línea de Hugo Chávez.
Por pura buena fe –sartreana, para más inri– preferimos suponer lo dicho que entender que el pronunciamiento consiste en sí mismo en una negación por omisión de una serie de atrocidades cometidas como parte de actividades terroristas.
En el punto cuatro los firmantes apoyan la candidatura de Castillo, sin que ello implique que dejen de denunciar “cualquier tipo de atentado contra la democracia”… Sí, esa misma democracia por la que la otra candidata llegó también a segunda vuelta, la misma democracia cuya definición esperamos sea compartida en un texto mejor escrito, alguna vez.
En el punto cinco, se habla de pensamiento crítico…; sí, esta vez “pensamiento”. Una exigencia, dicen que es. Con memoria histórica. Pero también hablan de “actitudes” –venga de nuevo– “ético-políticas” –sí, venga otra vez– que reconozcan la “pluralidad”, no se sabe de qué, así que habría que entender que de todo, “los derechos humanos” (asumiendo que es posible sostener que son tales, o sea “humanos” a nivel filosófico) y “la libertad” (sea lo que sea que entiendan ellos por tal, claramente apartados de normas morales). Y dicen que el conjunto, pues es de valores (a lo que nos preguntamos cómo es que son valores, y qué entienden ellos por valores).
En fin, peculiar cierre, el del pronunciamiento. Como la práctica totalidad de publicaciones de supuesta crítica de corte derrideano (paradoja suprema, pues si todo es texto y todo es interpretación y asunto de poder y demás, no cabe plantear criterio alguno de crítica), este pronunciamiento acaba en más incertidumbre que la del inicio, afirmando simplemente una voluntad porque sí.
Se dirá que, en todo caso, no vale la pena decir nada si uno tiene que definir los términos que emplea, pero es que eso mismo tendría que hacer, como mínimo, un filósofo, ¿no? Sustentar sus ideas apropiadamente y no hacer simples declaraciones para las que, es obvio, no hace falta ningún estudio serio. Y esta es nuestra crítica.
No obviamos el hecho de que se pretende inclinar votos en favor de Castillo por medio del supuesto aval que habría de otorgar un gremio académico.
Que la adolescencia institucionalizada de zurda foucaultiana, derrideana, multiculturalista, en suma, que los estudios culturales, ha calado hondo, no cabe ninguna duda. Que vaya que se aprovechan como señas de identidad, requisitos para el pasaporte ligero de superioridad moral, la jerga dudosa de “poder”, “privilegios”, “normalización”, “escrituras” y demás pamplinas, está fuera de duda.
Las múltiples izquierdas, lo mismo que las múltiples derechas, constituyen formaciones de corte sociológico, no político. En otras palabras, hablar de izquierda o derecha como si de una sola se tratase en cada caso, implica reducirlas a tendencias sociológicas de tono psicologista.
Vamos ahora con monismo del más vulgar: El motor de la historia es la lucha de clases. Decía el mismísimo Lenin, que hizo realidad el delirio futurista de Marx, pagando un precio tremendo, que la izquierda era la tara infantil del comunismo, producto de intelectualitos, farsantes. Y vaya que tenía razón. Pero como tampoco se lo lee a él, ni en su supuesto bando…
Muchos conciben una revolución que acabe de una vez con las desigualdades entre los seres humanos. Resulta curioso: el concepto de ser humano, a partir de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (que no tiene nada de universal, por si hiciera falta señalarlo), trae consigo, o más bien se saca de la manga un supuesto hombre sin color, ni nacionalidad, ni educación estandarizada, ni sistemas, ni tradiciones, ni mucho menos nacionalidad ni fronteras; es decir, un hombre en comunidad universal, un hombre «del futuro», permanentemente en construcción, oh, ciudadano del mundo… ¡Vaya tontería: un hombre que es concepto hueco y que de hombre precisamente le es amputado todo, empezando por la razón, su capacidad de compartimentar la realidad! ¿Dónde queda la organización misma que ha permitido cierta mejora de técnicas, métodos, procesos, etc., constituir una organización del tamaño de la ONU, por ejemplo?
El afán de igualdad, que en última instancia refiere al más hondo afán de disolución de todo límite, medida, proporción, es decir, razón (porque esta vaya que nos diferencia a unos de otros, según múltiples criterios), destruye toda institucionalidad real, empezando por el estado, al que se acusa, incluso, de crueldad… Como si también tuviera sentimientos, intenciones, alma, pudiera tener chacras y experimentar viajes de Ayahuasca…
Se espera, bajo el afán referido, una suerte de gobierno universal, imposible no solo por lo absurdo de partir de ciudadanos ideales, sin conflictos entre ética y moral (es decir, entre las normas que atienden la preservación del individuo por sobre la comunidad, y las que priorizan la preservación de la comunidad por sobre el individuo), sino además porque no habrían de vivir en ciudades ni organizarse en jerarquías de ninguna clase… ¡Vaya loa al patriarcado sería! ¡Si lo que se pregona es volver a los bosques, dejar que la hierba crezca libre!
Lejos del edenismo con el que se vinculan sus ideas —porque el Edén era un jardín, geometría impuesta a la jungla—, lo que tenemos en este afán idealista es el imperio salvaje supuestamente refrenado, es más, bajo control, por los sentimientos, por un aliento mágico ancestral que, oh, seguro todos llevamos dentro —polvo de estrellas—…
Pues bien, se supone que ese espíritu es ahora el espíritu democrático. Porque se siente, aunque muy pocos se atrevan a definir democracia, lo mismo que cultura, lo mismo que muchas cosas más de las que se llenan la boca a partir del campus.
En su tesis décima, Marx pasa a hablar de Materialismo Moderno como de aquel que tiene por punto de vista el de la humanidad en pleno, y ya no el de la sociedad civil. O sea, eso: la comunidad universal del hombre futuro…
Igualar a todo el mundo, todo el mundo, parte de concebir algo tan tirado de los pelos, tan vergonzoso como que la realidad se construye con palabras o que drogarse es necesario para dar, precisamente, con ese «yo interior»…
Si alguien quiere hablar de materialismo, que sea amparando, como mínimo, la materialidad real, que no la reduzca a monedas y billetes o la traicione con utopías estúpidas.
Siguiendo a Bueno, hay materialidad corpórea, psicológica y racional. Y hay cosas, hechos y sucesos. Y si existe algo más que eso, pero supuestamente no se puede hablar de ello, es más honesto declarar: no sabemos más de momento, y dejarlo allí, en vez de decir algo tan infantil como «es que lo debes sentir» o idioteces del tipo «cuando lo piensas ya no lo sientes». En efecto, los sentimientos son importantes… para pensar racionalmente y gestionar ideas que, si no, pues cualquier pavada vale lo mismo. Uno acaba soltando sandeces como que la llamada cultura asháninca vale lo que la griega en todo sentido. O que basta desear algo con todas sus fuerzas para tenerlo, o que uno es lo que siente ser y ya.
En fin, no se le suele hacer caso a los filósofos. Menos a los que se declaran tales, aunque no aborden en profundidad ninguna idea. Eso o es que, conforme la línea del pronunciamiento, pues todo mundo es filósofo, dado que resulta imposible discutirle a nadie que filosofe si siente que lo hace. Ya saben, cosa de identidad, de actitud.
No se nos puede acusar de restarle importancia a lo que dicen estos académicos, he aquí que consideramos su pronunciamiento ejemplar, ya fue dicho.