Entre tantos, uno mismo: Conversación con Jhonathan Quezada Lira sobre su muestra Personae

Con Juan Pablo Torres Muñiz

El silencio compartido es grato, fértil en la contemplación. Depende, por supuesto, de qué nos congrega. Y de la confianza con quién. En caso se plantee de una parte, alguna cuestión, la respuesta del otro revelará mucho más que un eco común. Honestidad.

Personae: Doscientos uno retratos, esta es la muestra. Entre los cuadros, el artista y un servidor.

Doscientos uno sin sucesión ni individualidades; un mundo breve: una gran ventana que, dividida en celdas como las de un panal, se presta a variedad de interpretaciones acerca de un posible nosotros: hombres y mujeres. Y a la vez, pues de nadie más que el mismo autor: Jhonathan…

Hace un tiempo, recuerdo, dijiste que para ti, una ilustración es una imagen que acompaña y adorna un libro, otro texto, una palabra…

Bajo esta acepción, claro que no hago ilustración.

El proceso pictórico es lo que importa; la obra existe en la ejecución, una vez terminada se convierte en un producto, es el acto mismo de pintar lo que me interesa, el resultado es un nombre. Es inevitable cierto encasillamiento.

La labor, dices… ¿Qué preguntas te importan sobre ella?

Las que tratan del proceso… Pero eso nos llevaría obligatoriamente a hablar de color, textura, forma…, del gesto en la aplicación del pigmento, la influencia exterior, etcétera.

Hablar y hablar…

(La mano va a la copa…

Las frases, oraciones, entendido el asunto de la experiencia, del proceso en sí, pueden resultar… en una estela, apenas: notas pobres. El silencio vuelve a hacer lo propio, entretanto.)

Tus pinturas, como producto, digamos, dicen lo suyo con suficiencia, transparentan esa historia, que, como todo proceso de formación, implica violencia. Pero hay algo antes –como antes de la gran poesía, bien dice Auden, hay grandes silencios–…

¿Qué fuentes que no corresponden a la pintura nutren tu labor?

Definitivamente, la música es parte esencial en el momento de creación. En el caso de los rostros, todos sin excepción los pinté escuchando a Vic Chesnutt; si oyen sus temas y contemplan mis rostros verán que andan, digamos, afinados. A veces me gusta pensar que soy un músico que aprendió a tocar con colores…

Lo contrario de nuestra Joni Mitchell, que decía de sí misma que era una pintora desviada por las circunstancias, a la música, se entiende

Algo así…

Otra fuente externa: el cine y la televisión y, por supuesto, todas las imágenes con que doy… y con las que me tropiezo en Internet.

Sobra hablar de la accesibilidad, hoy, de nuevas posibilidades y encuentros; pero si atendemos a la proporción de auténticos diálogos entre los miles de roces, choques ligeros y tropiezos, el asunto pinta diferente…

¿De qué manera dialoga tu trabajo con sus fuentes, por ejemplo?

Ves mi pintura y creo que las intuyes. Pero no se hacen concretas; son acercamientos. Son ideas desvaneciéndose… 

Paradójicamente, al concretarse al óleo…

… Sí, como humo de cigarro. Dejan, me imagino, un tufo a condena, a herida por curar…; una sensación, apenas… 

(Los hombres compartimos…, ¿solo dolor…? Ciertamente, si se tratarse solo de sufrimiento sería patético. ¿No cuentan acaso otras emociones? A lo mejor el problema radica en qué entendemos comúnmente por dolor

Correr en busca de un amigo para decirle mira: ¡esto es hermoso!, ¿no va de dolor?… El asombro, con su ruptura de categorías, es la evidencia: estamos, suele decirse, terriblemente vivos. Eso, aparte lo otro que se oye: hay bellezas insoportables…)

¿Por qué rostros, precisamente, y no otra parte del cuerpo? ¿Hay algo más allá de la natural ventaja del retrato?

Relativamente. La decisión surgió de forma espontánea.

Sí, es la parte del cuerpo que tiene más expresión; cambia radicalmente con un leve movimiento. En el rostro puedes reconocer estados de ánimo y traducirlos de infinidad de modos a través del color.

Pero hay más. En el rostro… el reconocimiento es casi inmediato. 

(De cuadro a cuadro, una escena. Un rostro: una historia. Un momento. Cada cambio pauta, por otra parte, el tiempo de la experiencia ante la muestra. A menudo, la duración de una escena, su proyección y el modo en que se prolongan tácitamente sus efectos, se debe a una sola sensación, la que, finalmente, habrá de configurar de forma particular la memoria del momento.

Hay historias planteadas más allá de la simple sucesión, como un juego de alternativas equidistantes al observador, en una suerte de retablo. Hay de las que refieren a un misterio subterráneo, al trazo sinuoso de un viaje alucinado.)

¿Qué hay del desplazamiento, del tiempo en tu pintura?

Cuando el proceso es lo más importante, el movimiento cobra especial interés a través del gesto: Automático, expresivo, descontrolado. Hasta que gesto pictórico y gesto de rostro se confunden… cuerpo y tiempo luchan por no apagarse…

Todo muta. ¿Qué ocurre, entonces, con el conjunto de Personae, y con la persona sola, con la individualidad?

Esto va más bien de hallar, quizá una sola palabra para el conjunto… 

Como una clave sin inflamadas pretensiones…

… Humanidad.

Mas sin el absurdo de la eliminación de toda su materialidad. Porque el humano es inconcebible sin piel, carne, huesos, rasgos específicos que revelan su origen, su historia; el humano es imposible de concebir sin eso mismo: sin historia, guerras ni acuerdos, sin experiencia, ni saberes, ni tradiciones y costumbres, sin ciencias y creencias, sin prejuicios ni emociones. El ideal es un despropósito por completo.

(Aquí lo que vemos es otra cosa. Insta al enfrentamiento. Cuerpo a cuerpo.)

¿Qué hay de la nuca?

Nunca. 

Sería una retirada…

No recuerdo la fuente, pero una vez leí que el rostro de los valientes es cada uno particular, la cobardía tiene uno solo… 

(El héroe se debe a su proceder. Se erige en protagonista de su tragedia particular…

El mundo es lo que es –citando a Naipaul–, pero en él, siempre hay hombres que se permiten no ser nada…
¿De quiénes son estos rostros?)

No encuentro contradicciones en la serie de rostros; probablemente sea lo más honesto que he pintado hasta ahora.

Concisión con la palabra… ¿Por más… o por menos seguridad que con la pintura?

¿Qué hay de la libertad en este sentido?

Siento que la palabra no me basta para explicar sensaciones, sentimientos, estados; asumo, porque no es el medio en que mejor me desenvuelvo. Simplemente. En definitiva, la libertad que me da la pintura es superior: en mis cuadros alcanzo a crear sensaciones por medio del color que se acerquen más a esos estados de otro modo, para mí, indescriptibles, intraducibles.

Reconocer un impulso, una sensación, y pintar a través de esta. Como preparar, por decirlo como tú, en otra ocasión, una ventana-bomba.

El tamaño varía según el estilo, serie o tendencia. Por ejemplo, en los abstractos prefiero una dimensión grande, en los “paisajes” una mediana, en el caso de los dibujos a tinta, prefiero dimensiones pequeñas y en el caso de los rostros… a las circunstancias, condiciones, por ejemplo, al material existente, concretamente al óleo que se tenga en el momento. Se produce una lucha constante entre querer pintar un cuadro de dimensiones medianas o grandes o pintar tres de dimensiones pequeñas…
Todo pintor que a veces carece de materiales sabe que esta sensación concreta sí que atormenta: Cada pincelada es menos (material) cada rastro que se deja con la espátula es un acercamiento a un nuevo vacío.

Pero, como bien has dicho, las circunstancias constituyen también, condición de y para la expresión. El asunto se configura a partir del rostro retratado y también de ti mismo al interpretar su materialidad… y ofrecer otra, a cambio, cuestionadora.

Vamos por otro lado: ¿Qué hay del intercambio con otros artistas?

Hasta hace poco: no…, hasta que di con los retratos de Cyril Caine, fotógrafo y cineasta francés, y se me ocurrió contactarme con él para ver si podía pintar algunos retratos a partir de sus imágenes. Me resulta sorprendente la diferencia para mi proceso…

Antes de esto la comunicación era nula, imagino, porque no encontraba afinidades suficientes con otro artista que, digamos, me llevaran a acercármele.

Pero, claro, desde antes (hablábamos de fuentes), sostengo un diálogo con Willem de Kooning, Francis Bacon, Vincent Van Gogh, Sérvulo Gutiérrez, Jean Dubuffet, Edvard Münch… por el mismo idioma, visión: del mundo, las personas y… la belleza…

Ellos… 

Y cientos tú aquí en torno nuestro…